Por Raúl Dellatorre
El salto devaluatorio fue el gran protagonista de estas
jornadas. Pero detrás de esa gran noticia que les va cambiar la vida a los
argentinos –a una gran mayoría, negativamente– pasaron desapercibidos otros
anuncios, que hubieran merecido otra trascendencia o debate de no haber sido
eclipsados por la novedad mayor. Estos son: la puesta en marcha de los
mecanismos para volver al endeudamiento financiero y de corto plazo, la
liberación de las tasas de interés en pesos y la del movimiento de entrada y
salida de capitales financieros.
Los anuncios que vino a dar “con alegría” el ministro
Prat-Gay el miércoles incluían, entre otros, la eliminación, para los capitales
provenientes del exterior, de la obligación de constituir un depósito no
remunerado por un año de plazo, por un monto equivalente al 30 por ciento de
los fondos ingresados al país. Además, se comunicó que todo nuevo ingreso de
fondos del exterior podría volver a salir libremente por un monto equivalente,
con un requisito de permanencia de sólo 120 días.
Estas medidas fueron presentadas como un aliento a la
inversión extranjera. En su enunciado, Prat-Gay se refirió a dicha facultad
como una facilidad para “empresarios que adelantarían el ingreso de fondos
previstos para inversiones”. Ese flujo que se espera está inserto en la
estimación de ingresos de dólares por 15 mil a 25 mil millones de dólares “en
las próximas cuatro semanas”.
Pero esas facilidades a la entrada y salida de capitales
puede generar un atractivo distinto para los inversores especulativos. Ello
puede ocurrir una vez que se entienda que el dólar “libre unificado” haya
alcanzado un valor estable, quizás más cercano a los 15 pesos, que deje
conformes a los exportadores cerealeros, que seguirán siendo los grandes
proveedores de divisas del mercado. En ese horizonte, un ingreso de capitales
del exterior que se convierta en pesos a esa paridad, se coloque –supongamos,
por seis meses– en un activo financiero local (bonos públicos o bancarios a
plazo fijo) a tasas que superen el 40 por ciento anual, podrían retirarse al
vencimiento, cambiándose al dólar a una partida bastante similar a la vigente
al ingreso. o levemente superior. Ello le permitiría, a quien ingresó y retiró
los fondos, obtener un rendimiento en dólares que, seguramente, sería la mitad
o más de la ofrecida en pesos (del 20 al 30 por ciento anual). Esta operación
es la que, en diferentes ciclos económicos, se conoció como “la bicicleta
financiera”.
Este mecanismo suele ser muy eficiente como “financiamiento
de corto plazo”, constituido por capitales golondrina (denominados así por sus
prácticas migratorias) que suelen entrar masivamente para aprovechar la
oportunidad de ganancias en dólares difíciles de encontrar en el resto del
mundo. Pero también es probable –en la historia argentina es recurrente– que
estos capitales huyan tan masivamente como ingresaron, en bandada, al avizorar
alguna dificultad. Por ejemplo, frente a la perspectiva de un alza del tipo de
cambio que le reduzca el rendimiento esperado en divisas al salir.
El predominio del capital financiero especulativo en el
mundo se alimenta de este tipo de políticas a favor de la libre movilidad de
los capitales. También, de la acumulación de deuda por parte de los países
dependientes. Otro de los mecanismos de “capitalización” de las reservas
dispuesto en los anuncios es el acuerdo con un grupo de bancos extranjeros para
obtener un préstamo de 5000 millones de dólares que pagará una tasa del 7 por
ciento. Lo más llamativo es que el Banco Central se comprometió a dar, en garantía,
letras del Tesoro Nacional. Es decir, deuda del Ejecutivo nacional con el BCRA,
que hasta ahora era una deuda intra-Estado, no exigible sino negociable entre
organismos públicos, pero que ahora podría pasar a ser parte de un reclamo
privado extranjero.
Curiosamente, se trata de tres mecanismos de captación de
recursos que, como admitió el propio Prat-Gay, fueron “condición necesaria”
para poder ir hacia la unificación y liberación cambiaria. Pero que introducen
dos factores que, inevitablemente, están destinados a generar inestabilidad
financiera y cambiaria: la vuelta al endeudamiento externo de corto plazo y la
recreación de la bicicleta financiera.
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