sábado, 3 de abril de 2010

Operacion Condor, fuente Matemedios

Operación Còndor





El 28 de septiembre de 1966, dieciocho jóvenes estudiantes y obreros asestaron un golpe a la flamante dictadura de Juan Carlos Onganía: secuestraron un avión de línea, lo aterrizaron en las Islas Malvinas y allí izaron siete banderas argentinas que flamearon durante 36 horas. Reclamaron la soberanía sobre ese territorio y aguardaron que un sector del Ejército aprovechara esa irrupción y desembarcara en las islas para recuperarlas. Veinte fueron los elegidos para el operativo, entre militantes nacionalistas y de la JP, algunos de los cuales se sumaron mas tarde a la combativa JP de los ‘70, en tanto que otros, como Alejandro Giovenco, militaron en la ultraderecha . La logística se basó en tareas de inteligencia que Cristina Verrier, tercero al mando del operativo, había hecho durante unos viajes a Malvinas como turista. La instrucción militar había sido adquirida junto a quienes luchaban por el retorno de Juan Domingo Perón.
Antes de partir, el grupo estuvo “encerrado” tres días en un camping de la UTA, en Ituzaingó.

Todo bajo control
La elección del día se basó en dos hechos. Estaba en el país el esposo de la reina de Inglaterra, Felipe de Edimburgo, en carácter de presidente de la Federación Ecuestre Internacional. Y el contralmirante José María Guzmán debía volar al territorio del que era gobernador, Tierra del Fuego e Islas del Atlántico Sur. Partieron a la 0.30 del día 28 en un Douglas DC4 del vuelo 648 Buenos Aires-Río Gallegos de Aerolíneas Argentinas. Iban 48 pasajeros. Durante el vuelo, Dardo Cabo y Alejandro Giovenco, el segundo al mando, entraron armados a la cabina y ordenaron el cambio de rumbo al comandante Ernesto Fernández García. A las 8.42, aterrizaron en Puerto Stanley, detrás de la casa del gobernador inglés sir Cosmo Dugal Patrick Thomas Haskard (ausente ese día), sobre una pista para carreras hípicas. Abrieron las puertas, se tiraron con sogas, desplegaron delante del avión en forma de abanico e izaron siete banderas argentinas.
El suceso convocó a kelpers y jefes de la milicia de la isla, inmediatamente tomados como rehenes “hasta tanto el gobernador inglés reconozca que estamos en territorio argentino”, advirtió Dardo Cabo desde la radio del avión. Bajo esa presión, se aprestaron a cantar el Himno Nacional. De pie y frente a la mirada de todos, Cabo proclamó: “Ponemos hoy nuestros pies en las Islas Malvinas argentinas para reafirmar con nuestra presencia la soberanía nacional y quedar como celosos custodios de la azul y blanca (...) O concretamos nuestro futuro o moriremos con el pasado”. Luego rebautizó al lugar como Puerto Rivero, en homenaje al gaucho Antonio Rivero que en 1833 se alzó contra los ingleses y gobernó las islas por unos meses. Una hora después del aterrizaje, Cabo avisó al continente: “Operación Cóndor, cumplida”. Los medios de comunicación británicos y argentinos se hicieron eco del hecho, hasta el avión de un periódico intentó llegar a las islas, pero la Fuerza Aérea lo obligó a volver al continente. Cientos de militantes se movilizaron en varias ciudades y el flamante dictador, sobresaltado, se preocupó en calmar las intranquilas aguas diplomáticas, por entonces a cargo de su canciller, Nicanor Costa Méndez, el mismo de la aventura de Malvinas de 1982. El reclamo de soberanía se había cumplido. De antemano, los integrantes del grupo sabían que en algún momento debían deponer las armas y luego morir o ser juzgados. Pero la esperanza era otra, un segundo objetivo aún más lírico: que militares nacionalistas desembarcaran en la isla y la tomaran. Los dieciocho jóvenes de entre 18 y 32 años, a quienes la CGT calificó de “héroes”, fueron llevados al penal de Ushuaia y luego juzgados en Tierra del Fuego. Como ése había sido el primer secuestro aéreo y en el país no había jurisprudencia al respecto, las figuras con que se los condenó fueron privación ilegítima de la libertad, portación de arma de guerra, asociación ilícita, piratería y robo en descampado. Tres años de prisión fue la condena para Cabo, Giovenco y Rodríguez; para el resto, nueve meses...

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