Acto de presencia a la hora del alegato
Por Marta Platía
Desde Córdoba
El mismísimo 10 de diciembre en su discurso de asunción, el
gobernador cordobés Juan Schiaretti quiso marcar la diferencia en su política
de Derechos Humanos con respecto a su antecesor y jefe político José Manuel de
la Sota: aun cuando nadie se lo esperaba, nombró a Sonia Torres, resaltó la
figura de la titular de Abuelas de Plaza de Mayo-Córdoba y homenajeó “a los 30
mil compañeros desaparecidos durante la última dictadura”. En contraste también
con el discurso de Mauricio Macri de “se va a acabar el curro de los derechos
humanos”, Schiaretti abrió una puerta que, según se argumentó por entonces, “no
tenía por qué abrir” en una provincia que le dio nada menos que el 70 por
ciento de los votos al nuevo gobierno de derecha. Ayer dio un paso más en esa
dirección: junto a Luis Angulo, su secretario de Derechos Humanos, asistió a la
jornada 305 del megajuicio La Perla-Campo de La Ribera, y ambos flanquearon a
Sonia Torres para escuchar el alegato del fiscal Facundo Trotta sobre el
secuestro, la tortura, el asesinato y la desaparición de Silvina Parodi y
Daniel Orozco, y el robo del bebé de ambos nacido en cautiverio, el nieto que
Sonia todavía está buscando.
En la sala repleta de familiares, amigos y público, también
estuvieron presentes el fiscal Carlos Gonella, el ex secretario de Derechos
Humanos de la Nación Martín Fresneda, y el sobreviviente Luis “Vittín”
Baronetto, entre otras personalidades de los organismos de derechos humanos,
como Mario Paredes, director del Espacio de la Memoria Campo de La Ribera.
A la salida de la audiencia, Schiaretti estaba
ostensiblemente conmocionado y explicó, tratando de contener los sollozos ante
los periodistas, “lo que pasa es que uno se emociona y llora porque en aquella
época nosotros, a los compañeros que masacraron, no los podíamos llorar para
afuera. El llorar para afuera podía significar que nosotros también
engrosáramos la lista de desaparecidos, así que por eso uno llora ahora...”. Y
siguió: “Me parece muy importante que el horror que simbolizó La Perla pueda
ser juzgado por la justicia de la democracia, dándole a todos estos asesinos la
oportunidad que ellos no le dieron a nuestros compañeros. Que puedan ser
juzgados sin odio, sin rencor, que tengan derecho a defensa. Sonia Torres
expresa el símbolo de lo que fueron las Abuelas y Madres de Plaza de Mayo:
ellas fueron la expresión de la dignidad nacional en la noche más oscura”.
Esta es la segunda vez que Schiaretti asiste a un juicio por
delitos de lesa humanidad en Córdoba. La primera fue en la tarde del 24 de
julio de 2008, cuando el tribunal presidido por Jaime Díaz Gavier condenó por
primera vez a prisión perpetua en cárcel común a Luciano Benjamín Menéndez en
la llamada causa “Brandalisis”. En esa oportunidad también lloró, pero abrazado
a los compañeros que estuvieron rodeándolo en las primeras filas.
Por el contrario, De la Sota jamás asistió a ninguna de las
audiencias de los –ya– seis juicios por crímenes por delitos de lesa humanidad
que se llevaron a cabo en esta provincia.
En un marco político como el que se vive desde que la
coalición de derecha liderada por Macri llegó al poder, los gestos, postura y
actitudes concretas de Schiaretti con respecto a estos juicios, a los
organismos de derechos humanos y a los sitios de la memoria locales –con cuyos
responsables se viene reuniendo– aparecen como una bocanada de aire fresco.
En diálogo con Página/12, Sonia Torres dijo que “es bueno
saberse acompañada por el gobernador. Saber que considera nuestra lucha y
nuestra búsqueda. Que no todo está perdido. Nosotros llegamos hasta acá y
pensamos seguir. Yo no me voy a morir hasta encontrar a mi nieto”.
Silvina Parodi de Orozco –la hija de Sonia– y su esposo
Daniel Francisco Orozco tenían 20 y 22 años, respectivamente y fueron
secuestrados en su casa en la tarde del 26 de marzo de 1976. Ella estaba
embarazada de seis meses y medio. Durante los ya cuatro años que lleva este
juicio, quedó probado que el bebé nació en la Maternidad Provincial el 14 de
junio de 1976. Que fue apropiado. Que hubo complicidad de parte de las monjas
que dirigían la cárcel de Mujeres del Buen Pastor y las de La Casa Cuna. Que la
pareja fue asesinada y enterrados sus restos en los predios del campo de
concentración de La Perla. Incluso se sabe que la mamá en cautiverio llamó
“Daniel Efraín” al bebé que, según el pediatra que lo revisó por entonces,
Fernando Agrelo, estaba “en perfecto estado de salud”.
El próximo 14 de junio el nieto de Sonia cumplirá 40 años.
Su abuela, que ya tiene 87, todavía lo busca. Lo busca y lo espera cada día.
Pero también espera que él la encuentre a ella.
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