martes, 13 de octubre de 2015

El futbol me permitió

Todo pasa y todo queda dice un poeta Catalán

La vida con sus vicisitudes desde chico y como todo cristiano, la tuve que enfrentar con la cajita de herramientas que fui completando desde mis primeros pasos en la casa de mis padres, después se agregó la escuela primaria y los primeros inicios de salida a la vereda del barrio. Todos mundos complementarios que me ayudaron a nutrirme de herramientas producto de los aprendizajes forzados que a toda persona en situación propone la vida.
En ese hacer y hacerse se fue forjando mi personalidad, mi carácter, mis valores, mis miedos y las que nunca faltan mis carencias.
Sobre alguna de esta y la herramienta que más me ayudo es sobre la que quiero hablar.
Ese torbellino de aprendizajes familiares, escolares, barriales, conformaron junto con mis características genéticas, a un niño luego adolescente, padre de familia, hombre de trabajo, en un tipo con escasa capacidades de vincularse socialmente ( complejos, timidez, miedos del encuentro con el otro, etc).
Fue la pelota de goma(la Pulpo) y alguna pelota de cuero que con la primera patada se ovalaba, el objeto que me permitió mantenerme y ganarme un espacio en mis relaciones vinculares. Eso empezó tal ve antes de los 8 años hasta el presente ya viendo de cerca los 54.
Los partidos de los sábados en las bocacalles de Piñeiro,( Avellaneda) y esa capacidad (para nada Maradoniana )de resolver en la cancha con la pelota en los pies,  me fueron abriendo espacios de pertenencia que de otra manera no hubiese tenido. En la secundaria, en la colimaba, en el trabajo,  en mi segundo barrio (Turdera) cuando me casé ya hace casi 30 años. Fue siempre la pelota la que me ayudo a relacionarme más allá de la formalidad que dan los roles fijos que se van asumiendo en la vida


Será por eso que  cuando el médico me dijo que por una hernia y media de disco,  debía dejar de jugar, tuve ganas de llorar como un pibe, tal vez porque es lo poco de pibe que aún me habita.

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