Cuestión de cuna
Por Horacio Verbitsky
Es llamativo que a una semana del acto en Argentinos Juniors siga
pasando inadvertido el principal mensaje de Máximo Kirchner, cuando al
referirse a la inundación en La Plata, acotó: “...ciudad en la que yo
nací”. El dato era conocido, pero la mención en el final de su primer
discurso público significa que la hoja de ruta que consulta el primer
hijo de dos presidentes en la historia argentina no es el anacrónico
proyecto de repetir la carrera de su padre, compitiendo por la
intendencia de Río Gallegos. Néstor Kirchner, que tenía la misma edad
que hoy Máximo, comenzó por allí porque no tenía otra construcción
política que su ateneo peronista en la capital de Santa Cruz. Su hijo,
en cambio, dedicó los últimos ocho años a crear y construir una
organización nacional. A partir del acto del sábado 13, su potencia e
inserción son inocultables. Máximo en su discurso y Oscar Parrilli en
declaraciones posteriores destacaron como otra demostración de fuerza
kirchnerista el acto en Ferro del Movimiento Evita. Las relaciones entre
ambas organizaciones no son sencillas, pero no hay duda de que integran
el mismo espacio político conducido por Cristina. Eso quedó claro
también en el discurso de Jorge Taiana en Ferro y en la invitación
presidencial para que el diputado evitista Leonardo Grosso integrara la
comitiva romana. La Cámpora es un híbrido difícil de encuadrar, que sólo
con mala fe puede caricaturizarse como un batallón de empleados
estatales. Su conducción está formada por militantes con una larga
historia barrial, de derechos humanos o universitaria y que hoy son
funcionarios, como los diputados Andrés Larroque y Wado de Pedro o el
presidente de Aerolíneas Argentinas, Mariano Recalde. Pero su
característica distintiva es la extensa militancia de base, con trabajo
político y social en los barrios de las principales ciudades del país y
un grado de entusiasmo raro en estos tiempos. A esto deben sumarse el
Nuevo Encuentro y los movimientos sociales de Edgardo de Petri y Luis
D’Elia. Al comenzar su alocución, Máximo advirtió que no debía
atribuirse su presencia allí a ninguna especulación, que sólo se trataba
de pagar una deuda con los compañeros que durante mucho tiempo dieron
todas las peleas y que las seguirán dando, gobierne quien gobierne en el
futuro. La Plata es la capital de la provincia de Buenos Aires, y haber
nacido en su territorio es una de las cualidades que las constituciones
Nacional y Provincial requieren para aspirar a cargos electivos, como
la gobernación bonaerense o una banca en el Congreso de la Nación. Eso
no quiere decir que exista ya una decisión tomada, pero la omisión
generalizada de la frase y sus implicancias sólo puede explicarse por la
fuerza de los estereotipos y su resistencia a contaminarse con datos de
la realidad. Sin nombrarlos, Máximo Kirchner atendió en su discurso a
los sectores que citando a John William Cooke terminaron en brazos de
Sergio Massa y Maurizio Macrì. La referencia irritó a Facundo Moyano,
quien se había comprometido a apoyar la reforma de la ley de
abastecimiento. Quien debió cumplirlo en su nombre fue el diputado
canillita Omar Plaini. La parábola de Facundo, quien desautorizó las
incitaciones al desastre de Luis Barrionuevo, es moderada al lado de la
de su padre. El acercamiento de Hugo Moyano al jefe de Gobierno porteño
(comieron juntos hace una semana, junto con Barrionuevo y Gerónimo
Venegas) certifica el fracaso de todas las opciones políticas que el
camionero intentó desde su alejamiento del FpV y la declinación de su
poder sindical, que en una eventual reunificación no le alcanzaría para
aspirar a la secretaría general de la CGT. El paro del mes pasado no
guardó proporción con la retórica inflamada que todos ellos practican,
pero tampoco con las dificultades de la situación económica, que son
reales y que sin embargo no han quebrado la relación de la base social
con Cristina, cuyo contenido es político: aun en el peor momento de su
gobierno queda claro que todos los aspirantes opositores a sucederla
implicarían una deliberada regresión. Es la diferencia entre los errores
involuntarios que se cometieron hasta la eyección de Guillermo Moreno y
los horrores que a conciencia propone la oposición, como el cese de las
retenciones que anunció Macrì, el regreso de las Fuerzas Armadas a
tareas policiales que reclamó Massa y el nuevo ciclo de endeudamiento
que imaginan ambos, igual que el aglomerado FA-Unen. La trayectoria de
los dos comensales de la semana pasada son opuestas: Macrì utilizó la
presidencia de Boca Juniors como trampolín para su lanzamiento político;
Moyano se hizo cargo de Independiente como un paso de repliegue desde
posiciones políticas demasiado expuestas, que implican un enorme
desgaste. Ahora se conforma con ganarle a River, no a Cristina. En las
audiencias judiciales de la semana pasada en el tribunal oral de San
Martín por el secuestro y desaparición de obreros que fueron asesinados
en Campo de Mayo, varios testigos mencionaron como entregador a Jorge
Alberto Rampoldi, ex empleado de Astarsa y al mismo tiempo asesor del
intervenido Sindicato de Obreros de la Industrial Naval, que luego del
golpe de 1976 quedó en manos de la Armada. Los familiares de las
víctimas señalan que tenía vínculos con la Triple A, cosa que Rampoldi
niega, aunque admite haber trabajado en el Ministerio de Bienestar
Social. A partir de 1983 fue senador y diputado bonaerense y
subsecretario de Trabajo provincial. En 2003 fue uno de los duhaldistas
transferidos al gobierno nacional, pero Kirchner lo removió de la
Dirección Nacional de Migraciones. Desde entonces volvió a la asesoría
letrada de sindicatos y mutuales. Sus clientes más notorios son Venegas y
Moyano.
No hay comentarios:
Publicar un comentario