En 1978 el presidente del sindicato más poderoso de
Estados Unidos, Douglas Fraser, de la federación de los trabajadores
de la industria del automóvil United Auto Workers
(UAW) condenó a los "dirigentes de la comunidad empresarial"
por haber "escogido seguir en tal país la vía de la guerra de clases
(class war) unilateral, una guerra de clases en contra de la
clase trabajadora, de los desempleados, de los pobres, de las
minorías, de los jóvenes y de los ancianos, e incluso de los sectores
de las clases medias de nuestra sociedad". Fraser también
los condenó por haber "roto y descartado el frágil pacto no
escrito entre el mundo empresarial y el mundo del trabajo, que
había existido previamente durante el periodo de crecimiento y
progreso" en el periodo posterior a la Segunda Guerra Mundial
conocido comúnmente como la "edad dorada" del capitalismo
(de Estado).
El reconocimiento de la realidad por parte de Fraser fue
acertado aunque tardío. Lo cierto es que los dirigentes empresariales
y sus asociados en otros sectores de las élites dominantes
estaban constantemente dedicados a una siempre presente
guerra de clases, que se convirtió en unilateral, sólo en una
dirección, cuando sus víctimas abandonaron tal lucha.
Mientras Fraser se lamentaba el conflicto de clases se iba recrudeciendo,
y desde entonces ha ido alcanzando unos enormes
niveles de crueldad y salvajismo en Estados Unidos que, al ser
el país más rico y poderoso del mundo y con mayor poder
hegemónico desde la Segunda Guerra Mundial, se ha convertido
en una ilustración significativa de una tendencia global.
Durante los últimos treinta años el crecimiento económico
ha continuado −aunque no al nivel de la "edad dorada"−, pero
para la gran mayoría de la población la renta disponible ha permanecido
estancada mientras que la riqueza se ha ido concentrando,
a un nivel abrumador, en una facción del 1 por ciento
de la población, la mayoría de los ejecutivos de las grandes corporaciones,
de empresas financieras y de alto riesgo, y sus asociados.
Este fenómeno se ha ido repitiendo de una manera u
otra a nivel mundial. China, por ejemplo, tiene una de las desigualdades
más acentuadas del mundo.
Se habla mucho, hoy en día, de que por el hecho de que
"Estados Unidos esté en declive" hay un cambio en las relaciones
de poder a nivel global. Esto es parcialmente cierto, aunque
no significa que otros poderes no puedan asumir el rol y la
supremacía que ahora tiene Estados Unidos.
El mundo se está convirtiendo así en un lugar más diverso
en algunos aspectos, pero más uniforme en otros. Pero en todos
ellos existe un cambio real de poder: hay un desplazamiento del
poder del pueblo trabajador de las distintas partes del mundo
hacia una enorme concentración de poder y riqueza. La literatura
económica del mundo empresarial y las consultorías a los
inversores súper ricos señalan que el sistema mundial se está
dividiendo en dos bloques: la plutocracia, un grupo muy
importante, con enormes riquezas, y el resto, en una sociedad
global en la cual el crecimiento −que en una gran parte es destructivo
y está muy desperdiciado− beneficia a una minoría de
personas extraordinariamente ricas, que dirigen el consumo de
tales recursos. Y por otra parte existen los "no ricos", la enorme
mayoría, referida en ocasiones como el "precariado" global, la
fuerza laboral que vive de manera precaria, entre la que se
incluye mil millones de personas que casi no alcanzan a sobrevivir.
Estos desarrollos no se deben a leyes de la naturaleza o a
leyes económicas o a otras fuerzas impersonales, sino al resultado
de decisiones específicas dentro de estructuras institucionales
que los favorecen. Esto continuará, a no ser que estas
decisiones y planes se reviertan mediante acción y movilizaciones
populares con compromisos dedicados a programas que
abarquen desde remedios factibles a corto plazo hasta otras
propuestas a más largo plazo que cuestionen la autoridad ilegítima
y las instituciones opresivas entre las que reside el poder.
Es importante, por lo tanto, acentuar que hay alternativas.
Las movilizaciones del 15M son una ilustración inspiradora
que muestra qué es lo que puede y debe hacerse para no continuar
la marcha que nos está llevando a un abismo, a un mundo
que debería horrorizar a todas las personas decentes, que será
incluso más opresivo que la realidad existente hoy en día.
NOAM CHOMSKY
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